el odio hacia los migrantes
Muchos politólogos alegan que México está posicionado en un lugar bendecido debido a su proximidad con Estados Unidos. Aunque es nuestro mayor compañero comercial, se puede decir que estar cerca de la frontera del codiciado país que vende el caro sueño americano tiene sus lados negativos.
Desde inicios de la historia, se pudo ver el efecto y la necesidad de migración. Existía en los nómadas, aun cuando los mapas no estaban elaborados. Existió en Nueva España y la conquista del Nuevo Continente, además de civilizaciones antiguas que se mudaban dependiendo de la época del año para hacer mejor uso de los recursos en mano. Y si bien, es cierto que la migración es un problema político de grandes estragos hoy en día, su impacto se ha visto desde hace tiempo más negativo que positivo.
Tome por ejemplo la conferencia de Evans en 1942, llevada acabo por los aliados de la segunda guerra mundial para prohibir el paso de judíos a sus territorios, puesto a que la migración era demasiado. Los diversos asentamientos que se dieron en épocas similares en el nuevo país de Israel, cada marea de inmigrantes con una nueva idea de lo que podrían llegar a hacer de una manera diferente.
En años recientes, el problema de la migración ha subido debido a las inestabilidades políticas recurrentes en varias zonas o países. Syria, Venezuela, Bolivia, Palestina, todos estos países enfrentan desafíos económicos y culturales, pero eso son solo los refugiados que en el término estricto de la palabra no tienen prohibido el huir de su país. También existen personas en Rusia, Corea del Norte, y gobiernos autoritarios que, aunque de así desearlo, no pueden escapar por medios legales del país. Y aunque los afortunados logren escapar de su país natal, ahí no acaban sus dificultades.
Por ejemplo, la vida de inmigrante en una caravana de America del Sur a Estados Unidos incluye días enteros caminando, en bote, sin alimentos ni cualidades higiénicas, bajo el sol y propenso no solo a discriminación de los lugares por donde pasan, si no también el hecho de que, una vez llegado su destino, pudieron haber perdido familiares, su hogar, pero ni aún así se garantiza que el país de sus sueños los aceptará.
Políticas inmigratorias siempre han sido el punto débil entre México y Estados Unidos. Estar debajo de esta potencia mundial equipara al posicionamiento de la guardia nacional para detener estas caravanas, ser acusados de violadores y asesinos cuando nosotros no controlamos el flujo de personas en la frontera, y una pared no lo va a detener nunca.
Si se quiere poner una pausa a la inmigración, se deben de considerar dos cosas: detener los conflictos en diferentes zonas del mundo que son causados por circunstancias de desigualdad, pobreza y una vida miserable, y promover una tolerancia hacia estos individuos para crear estrategias de cooperación entre estados y actores para si no detener, disminuir el flujo de inmigrantes.
Aunque cada que leemos una historia, vemos un periódico o nos topamos frente a una imagen que nos rompe el corazón sentimos el deseo inmediato de hacer algo, la verdad es que no podemos. Y no, no queremos. La inmigración es equivalente a la desigualdad, a la opresión, a la violencia de los países, y todos estos números van en aumento desde décadas anteriores. Si queremos ponerle un alto, sería disminuyendo esos índices. Pero, mientras no lo hagan, los presidentes se pelean entre sí, viendo quien tiene el corazón de negarle una vida digna a un ser humano.