tengo 22 años,
la idea me cosquillea las costillas,
me carcome las tripas.
la lluvia resuena en la ventana,
como rastro de que las penas de ayer solo le pertenecen a esas proyecciones que encuentran casa en su expansión,
aquella habilidad de cerrar los ojos y recordar.
saboreo la dicha de sentir el aire en mi cara,
de poder entender que la lluvia de hoy solo le pertenecerá a este preciso momento.
esto es el estar presente,
esto es el estar aquí.
me muevo al otro punto del archipiélago,
en algún lunes de un julio en viaje.
reconozco la necesidad de ser nómada en el viento,
el lenguaje del cuestionamiento constante
y la excavación por contestaciones que sólo constituyen una realidad plena de quimeras.
me reafirma mi padre lo preciso que es mi sentido de olor.
por lo menos la capacidad de sentir una memoria a través de mi nariz.
entonces entiendo que no sería erróneo auto admitirme que ando persiguiendo un olor fundamental,
o un edén ligado a ello.
una esencia que reconozco con todos mis sentidos.
una con la cual he soñado antes.
el olor de los olores.
el ensueño de los ensueños.
a ti te tildo real.
con tu cara como solo la tuya.
plumas conforman tu ser,
y miles de pájaros arquean tu futuro.
yo los observo volar.
juego con nuestras sombras en la luz del sol que entra por la ventana a las 8 de la mañana en el oeste.
otro choque de realidad el verme desde afuera.
porque me veo
yo singular
ahí estoy
movimiento propio.
tu figura cercana a la mía,
y nosotros aquí,
abajo en tu bóveda celeste.
tu lugar seguro,
tu exilio.
noté en tu observar un desprecio hacia todo lo que abate el corazón. un desapego al síntoma de sentir. precavido. esquivando en tu danza tocar con tus pies desnudos las raíces que de la tierra sobresalen en su crecer.
pretendías entender los secretos que el agua guarda en su silencio sin zambullirte sosiego.
yo, existo en su fondo.
2021
te veo, nuevamente posado en la esquina de un ronroneo que no quiere verte venir. entre tus labios, un espacio abierto. en mi mejilla, una alineación del ayer de ellos. se posa en ti un cántaro de luz que el sol en su despertar impregnó. me pienso a mí misma que la cola de luz es tan solo una fantasía que encuentra comodidad en nuestras presencias entumecidas; en las paredes de tu habitación húmeda. te miro de reojo a ver si has abierto tus ojos, si has cobrado consciencia de los pensamientos que te constituyen.
la habitación aún guarda las partículas de lo hablado en el supuesto del ayer. ¿por eso tiemblo del frío? mi garganta encuentra retracción dentro de sí misma. estas paredes que alguna vez nos abrazaron optan por digerirme de pie a cabeza. en su estado, pienso que hay una belleza tímida sobre los objetos que nos rodean, pues solo se recuerdan a sí mismos en su nacimiento y todo comienzo es divino, ¿no? nuestras fotos solo se encarnan en esa memoria prestada. en ellas, nos agarramos las caras en felicidad. nuestras mejillas tocándose una a la otra como parte de una consonancia celeste. en ese entones, ¿habremos sabido lo que nos tocaba sentir?
¿se siente de esta manera la habitación porque las palabras flotan en la inexistencia o porque las he recordado? te has convertido en una aflicción en el centro de mi cuello que no puedo saciar. opto por la botella que dejé ayer al lado de la cama, pero lo solido aún me quiere digerir. en mis manos, un vacío entre lineadas que dictan mi futuro, mis pensamientos todo menos líquidos; raspan cada esquina de mi querer despertar bien.
- ¿en qué momento dejé que un fantasma nos observara desde el muelle? -
me hubiese gustado que fuéramos menos de lo mismo. dos puntillas de una estrella que no están en paralelo. quizás tú una detonación en la corteza terrestre y yo tierra que no quiere quemarse. me miento, somos todo menos el contrario de dos elementos que no están destinados a entenderse en su mezcla.
alguna vez, en un atardecer del viejo san juan, te observé caminar al frente de mí. tus pasos son parecidos al orden de los míos, con cierta precisión, una fuerza equilibrada que se convierte en beso al cemento.
A veces, cuando la noche yace desnuda y no hay eco de vida cercana a mi ventana, me imagino lejos de mí. Allí, dejo mi cuerpo atrás, me convierto en forma inconstante. Fue un acto intuitivo abrirla y buscar alguna razón que me proveyera un desapego mental, o desapego de todo lo mental. Por mí, por mi bien. Acepto y retengo. Se me hace infinita la necesidad, el afán, de crear sinfonía con las disonancias que me hacen sangrar. Resulta más natural arroparme en todo lo que me duele que obviar todo síntoma de desborde. Pues vivo desnuda en mí y fuera de mí.
Admito, un tanto con bandera blanca, que hay momentos donde le doy mucho pensar a las implicaciones de ciertas cosas. ¿Qué realmente intentamos confinar dentro de lo que definimos como el pasar del tiempo? ¿La adjuntamos a una noción de realidad compartida? Pues las definiciones trenzadas siempre le han dado síntomas del ser colectivo. ¿Y de qué manera podemos constatar una realidad pensada fuera de la propia? Irradia en mí una necesidad de carácter interrogativo que se vierte en el núcleo de mi ser, un querer saber el porqué de todo. Como un golpe a la cara. Nunca fue una incapacidad fundamental de amar correctamente, sino una capacidad desmedida - desbordada - quebrada - letal de amar en desnudez plena. Un desligarme de mi centro por completo.
Ayer mientras cerraba mis ojos pude jurar ser solo partículas de una consciencia desnuda en viaje. No sabía a dónde me dirigía, o la razón de ser vida que piensa. Pero había una calma en existir sin consciencia completa del exterior. En el sentir sin sufrir efectos secundarios de su accionamiento. Estaba sola. No el tipo de soledad que hinca hasta estando acompañada, estaba existiendo en soledad cáustica - ¿Así fue mi comienzo? ¿O así será mi final? - El viento olía a eternidad que solo se abrazaba a sí misma y su existencia. Ya no podía sentir el tiempo cursando su línea común. Quisiera haber permanecido allí. En la intermitencia de no estar del completo en materia. Ya no siento la torrente de la rueda vital cursando por los lazos subterráneos de la tierra en los cuales decidí en algún momento caminar transparente como un gato al corriente. ¿ A dónde realmente se ha ido el eco de vida?
¿Qué soy sin un centro? ¿En qué me convierto cuando dejo de pensarme?
¿Existo fuera de mí misma?
si en algún momento fueses a devolverme la mirada
que me has robado de pecho que palpitó
propio en su cántaro de vida que soy,
podría entonces alcanzar con mi palmado
un reflejo de los destellos que impregné
antes de vil atraco.
si en algún momento fueses a devolverme el aire
que arrebataste de mis pulmones que cuarto guardaban y vida querían
podría entonces recoger la sangre divulgada
que oxígeno tocó y pavimento secó.
¿perduraría su existir hasta que la lluvia la suspenda
o grieta la divida
o pie tras pie la tache antes de que se acurruque en la inexistencia ?
tú, proceso diáfano en su manifestación
patente en sus momentos de protagonismo
me has privado mi reflejo.
si cenizas fuesen
¿a dónde fuiste cuando dejaste de respirar mi mismo aire?
me gustaría pensar que lejos de aquí,
pues consciente estoy de los males estrechos que la vida aquí abajo te trajo.
rebuscaré en todo viento que toque mi piel residuos de ti.
me dicen que te podré encontrar en la superficie de la Tierra, volviendo a tu comienzo como consciencia dormida.
pero no encuentro calma ni con respuestas abreviadas.
brinco inquieta ante la falta de tu presencia que grita en el espacio vacío que solía ser domicilio para el eco de memorias que constituyeron sonrisas sin necesidad de precisión.
¿qué causa y efecto te escogió a ti como punto de partida?
¿por que fuiste tú el que se tuvo que enredar en el vuelo de una mariposa irrigando sus causalidades?
¿y si reescribo tu historia tan precisa que tu cabello tendrá tiempo suficiente para tornarse gris y ver que los atardeceres cosidos por tu querer sí encontraron norte?
entonces cuestiono cíclicamente, ¿a dónde fuiste cuando dejaste de respirar mi mismo aire?
tus hablares cristalinos (2021)
y si cavilo tan violentamente que
mis ideas se transforman
en sombras de realidad.
tan concretamente que
mis emociones se transmutan
dentro de sí mismas.
y mi caminar por aquí
es tachado
como hecho del pasado,
porque estoy entumecida
emigrando a plano ajeno al que habito.
¿sabrías tú cómo encontrarme de vuelta?
me diste agua en un ejemplo tácito,
y nadé en la proyección de nuestro son por la vida.
conjeturé tanto que me ahogué
en el intento de sentirte hablándome al oído.
el abismo nunca se escuchó tan disonante.
barullo ante la posibilidad
de serenidad que te traigo.
me diste un ejemplo en agua,
¡tan claro!
lo dejé caer por todo mi cuerpo
pensando que la diafanidad de su composición
se incrustaría por mis venas.
clausura al viento (2020)
hay una caja de música en mi cabeza,
guardiana de nuestras conversaciones.
maltrechada en consecuencia al desenlace de nuestro baile que titulábamos sinfín.
resona,
le da casa a promesas vacías que ahora solo son
partículas buscando estadía.
le da hogar a evocaciones que no fueron contestadas.
resulta que la somnolencia trae consigo amnesia de los buenos recuerdos.
pues el “quiero olvidar” se convirtió en “estoy tratando de recordar”.
me pregunto
¿qué partes de tu templo eran causantes de mi sonrisa genuina?
¿cuáles de mis lágrimas asfixiadas?
no puedo vivir con fantasmas
y gritarle a los cuatro vientos -tan espectadores del todo-
que estoy viva.
comentan que la destrucción suele ser un paso hacia la creación.
pues abriré esta piel rígida en dos y arrancaré de ella
todos los nombres de quimera felicidad,
así pasajera, con sabor a vileza.
¿acaso de esta manera lograré ver el mío?
mis pasos nunca fueron lo suficientemente largos
como para albergar las promesas que alimenté.
¿cómo encontraré el sueño si en esta estancia
solo habitan los fantasmas de las personas
que rompí tratando de encontrar un trozo del sol?
pero lo sabías,
que me expreso de maneras desconcertadas.
por esto entiendo
que resulta más fácil pedirte perdón
por ocasionar un eclipse en el perfil de tu cara.
me hubiese gustado encarnar una disculpa
que no tuviese que ver el invierno,
una oración cursiva sin despliegue,
un día sin número doce,
océano sin tierra por fin.
mil versiones de lo que pudo haber sido,
cada una seleccionada a mano para ser inspeccionada
por esta mente peregrina de todos los tiempos
excepto el presente...
mil versiones de lo que pudo haber sido,
y decidí escoger
la que cortó el amor
antes de que nos pudiera matar.
pero esto es existir,
ofrendar el corazón para entender
que todos los latidos memorizados
estaban en acción antes de que la contemplación
del plano en el que habito fuese concepto tallado.
son cánticos de vidas pasadas,
ritmos a seguir como instrucciones adjuntadas,
sin noción predispuesta de lo conveniente.
todos los sonidos siendo solo
un ejercicio para el poder despertar sola.